New York 1991

 

Acompañado por el grupo de medicina de la Universidad Complutense, el 17 de marzo de 1991 partimos de Madrid. Sobre las 10:30 tomamos un vuelo en el Aeropuerto Adolfo Suárez y aterrizamos en el aeropuerto Internacional John F. Kennedy alrededor de las 18:30.

Nota de este viaje: "Debido a la normativa de protección de datos y al deseo de algunas personas de mantenerse en el anonimato, me veo obligado a desenfocar ciertos personajes para resguardar su identidad."

Una vez desembarcados, nos esperaba un autobús que nos trasladaría a nuestro hotel, el Roselwelt, en 45 East 45th Street, Manhattan. Este hotel se encuentra en el barrio de Midtown Manhattan, ocupando una manzana entera entre la calle 45 al sur, la avenida Vanderbilt al este, la calle 46 al norte y la avenida Madison al oeste. Al llegar al impresionante hotel, asignamos las habitaciones y recogimos las llaves, ansiosos por descubrir cada rincón de nuestros elegantes aposentos durante la estancia en New York.

Desde el primer instante al dirigirnos hacia nuestras habitaciones, nos llamó la atención que el hotel contaba con seis ascensores, cada uno de aproximadamente seis metros cuadrados y de alta capacidad. Al ingresar, notamos que el piso número 13 estaba ausente, ya que del 12 pasábamos directamente al 14. Quedamos fascinados al pulsar el botón y experimentar la impresionante velocidad de los ascensores del hotel. Para colmo de las sorpresas, descubrimos que la corriente en New York funcionaba a 125 V.

Debido a la necesidad de cubrir largos recorridos verticales, la velocidad operada en los ascensores de New York es casi uniforme. En muchos edificios, donde el trayecto llega incluso a abarcar más de cien pisos, se establece un estándar de velocidad que equilibra eficiencia y seguridad."

Esta formulación destaca cómo el extenso recorrido vertical influye en la decisión de mantener una velocidad constante en los ascensores. Además, refleja de manera clara y precisa la relación entre el diseño técnico y la infraestructura de edificios tan altos en la ciudad.

"Ese primer día, un grupo de amigos y yo, guiados por nuestro tour líder, Sergio, nos dirigimos al emblemático Empire State Building, uno de los rascacielos más reconocidos de Nueva York. Durante la visita, recordé aquella caligrafía que hice en Segundo o Tercero de EGB, en la que afirmaba: 'El Empire State de Nueva York es el rascacielos más alto del mundo y se construyó en 1931'. Al finalizar el recorrido y habiéndonos maravillado ante la magnitud del edificio, nos detuvimos a disfrutar de una exquisita pizza de champiñones y anchoas, y posteriormente regresamos al hotel para descansar."

En 1991, cuando visité Nueva York, Estados Unidos se encontraba en plena Guerra del Golfo y el dólar se había devaluado hasta equivaler a 100 pesetas. Así, ese momento se presentó como una oportunidad ideal para aprovechar un cambio favorable y encontrar precios comparables a los de España.

En lo que respecta al mercado electrónico —equipos de música, calculadoras científicas, ordenadores, gafas, cámaras de fotos y otros dispositivos— los precios eran notablemente más competitivos que en España. Además, se podían adquirir a precios muy ventajosos abrigos de visón y cazadoras de cuero. En mi caso, conservo hasta hoy una elegante cazadora de cuero comprada en Lexington Avenue, así como unas gafas Vuarnet compradas en una tienda judía.

Recuerdo que en aquellas tiendas no estábamos acostumbrados para nada a calcular el cambio. Una anécdota inolvidable ocurrió cuando, en un gran almacén de ropa, la persona que me acompañaba —y que dominaba el inglés— le pidió al dependiente un jersey por 5000 dólares, en lugar de 5000 pesetas, lo que dejó al dependiente totalmente sorprendido. Ese jersey verde, con un estampado evocador de un tenista, es una de las piezas que podéis ver en una de mis fotos en el reportaje.

Otro detalle que me llamó la atención fue el precio del combustible. Recuerdo haber visto en un surtidor que costaba el equivalente a 32 pesetas, algo mucho más barato que en España. Esto me ayudó a entender por qué abundaban vehículos de alta cilindrada, con numerosos cilindros y elevado consumo. Incluso era común ver camiones y autobuses que utilizaban gasolina como combustible.

Ahora os voy a contar cómo conservo y revivo la historia de este viaje, de la misma manera en que recientemente relaté mis vivencias en Grecia y Bulgaria. En todas esas aventuras me acompañaba siempre la mítica Canon A1, que me permitía inmortalizar cada recuerdo. Al regresar a España, me dedicaba a plasmar en apuntes cada experiencia y a recolectar folletos y objetos relacionados con los viajes, los cuales guardé durante años en una caja de plástico con un cierre muy seguro. Mientras relato esta historia, revivo esos momentos inolvidables que tanto me han llenado de felicidad, reafirmando lo mucho que me apasiona viajar y capturar todo lo que considero importante. Sin duda, cada viaje enriquece nuestro bagaje cultural y nos hace descubrir intereses y detalles que jamás imaginábamos.

Os muestro un folleto que he conservado de este viaje, en el que se detalla meticulosamente cómo lo planificamos. Es importante recordar que esta planificación siempre era opcional: si deseabas organizar cada paso, podías hacerlo, pero jamás era una obligación. Este folleto es un testimonio de aquella flexibilidad, un equilibrio perfecto entre la estructura y la espontaneidad que define los viajes que tanto nos enriquecen.

Si piensas viajar a New York te voy a dejar mucha información de todo lo que puedes visitar

 

¡Gracias por acompañarme en este viaje!